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Durante mucho tiempo la enseñanza del ajedrez comenzaba a los seis o siete años. Sin embargo, es posible y necesario que los niños conozcan el ajedrez desde la edad más temprana. A este respecto, destacados ajedrecistas empezaron a manifestar sus capacidades mucho antes que otros niños. Por sólo citar algunos, William Steinitz, Samuel Reshevsky, José Raúl Capablanca, Paul Keres, Max Euwe, Arturo Pomar, Anatoly Kárpov, Garri Kaspárov, Nona Gaprindashvilli, Maia Chiburdanidze, las hermanas Polgár. La introducción temprana en el maravilloso mundo ajedrecístico les permitió, cuando alcanzaron la edad madura, sentir lo armonioso que era la comprensión del juego.

Los niños juegan permanentemente con todo lo que tienen a su alcance: con juguetes, rompecabezas, pirámides de ladrillos, piedrecillas en el agua, la arena, plastilina, etc. Juegan tanto si hay adultos a su lado como si no. Todo el mundo a su alrededor es para ellos un juego subordinado a las reglas que ellos mismos establecen.

Las investigaciones de Jean Piaget, destacado psicólogo suizo, autor de la concepción operacional del intelecto y la teoría cognoscitiva, produjeron una verdadera revolución en la cuestión del desarrollo psíquico del niño. Según la opinión competente de Piaget, el rasgo distintivo de la mentalidad infantil, en comparación con la del hombre adulto, es el egocentrismo, o sea, la subjetividad extremada y la incapacidad de separar su pensamiento del objeto, abstraerse de éste. Todos los niños son «realistas intelectuales», pues consideran que los objetos son tales como los perciben visualmente. Por ejemplo, si preguntamos a un niño si la luna está quieta o no, seguramente responderá ‑»No, primero la luna irá tras de mí, y, después, me alcanzará sin falta». Si ponemos ocho peones blancos y ocho negros muy juntos y en una fila, y preguntamos al niño donde hay más, el niño responderá -«Igual». Sin embargo, si colocamos la misma cantidad de peones, pero a cierta distancia uno de otro, los niños menores generalmente contestarán ‑»Hay más peones blancos que negros». Esta posición subjetiva es el punto de partida para el posterior desarrollo de la mentalidad, que supone la paulatina renuncia a tal postura. De ese modo, según afirma Piaget, el desarrollo de la mentalidad infantil es un difícil camino de superación del egocentrismo durante el cual el pensamiento del niño sufre transformaciones importantísimas, pero a pesar de todo no alcanza el nivel lógico, quedándose en el intuitivo. A medida que pasa el tiempo, el niño va creciendo, y un día responderá a la segunda pregunta correctamente ‑»El número de peones blancos y negros es igual». El aprendizaje del ajedrez contribuye de todas maneras a perfeccionar la mentalidad. Es de notar que Albert Einstein, al conocer los experimentos de Piaget, exclamó estupefacto: ‑«¡La psicología es mucho más complicada que la física! Dios mío, la Teoría de la Relatividad es un juego infantil en comparación con el juego infantil».

Es obvio que cuanto menor es el niño, tanto menos conocimientos y hábitos puede asimilar y tanto más primitivos son. Por supuesto, no vale la pena explicar a un bebé la marcha de las piezas o enseñar a un niño de dos años las posiciones del mate. Es necesario tomar en cuenta la edad de los alumnos para elegir los métodos didácticos apropiados. Por ejemplo, un niño de tres años no entenderá las explicaciones teóricas del enroque, pero podrá memorizarlo si se lo muestran en el tablero.

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